martes, 25 de enero de 2011

¿Cuál es tu gigante?

Por Laura Pérez Valle



Hace algunos años, escuché a un predicador hablar sobre la historia de David y Goliat (1 de Samuel 17). Creo que es una historia que muchos conocemos, quizá porque nos la han relatado en la escuela o dentro de nuestra misma iglesia.

Cuentan los expertos que Goliat de Gat era un hombre de casi 3 metros de estatura; mientras que el valiente David medía aproximadamente 1 metro con 70 cm. Goliat era un experto paladín del ejército de los filisteos. David, por el contrario, era un pastorcillo de ovejas que nunca había peleado en ninguna guerra. Goliat venía a pelear con espada y jabalina, mas David solo traía una honda con cinco piedras sacadas de un río. Goliat se había enfrentado a otros hombres y a muchos de ellos había matado. David solo se había enfrentado a un león y a un oso para defender a su rebaño. Goliat causaba miedo a los demás pueblos, pero David solo lograba que los demás se burlaran de él mismo.

Pero la diferencia más grande que tenían nuestros dos personajes era que David tenía el respaldo de un Dios poderoso en batalla, fuerte y temible. Se trataba nada menos y nada más que del Rey de los escuadrones de Israel. Mientras que Goliat no era mas que un incircunciso que intentaba violentar el nombre de Dios y de los israelitas.

Ahora bien, ¿quién se iba a imaginar que un pequeñín como David le cortaría la cabeza al gran Goliat? ¡Nadie jamás lo pensó! A simple vista el pastorcillo de ovejas tenía todas las de perder. Pero, ¿sabes en qué se basó su triunfo? Pues en que él era consciente de que tenía a uno muchísimo más grande de su lado, en el que confiaba profundamente y sabía que le daría la victoria y le entregaría en sus manos a aquel gigante. Y así fue.

Quizá yo no sé cuál sea ese gigante al que te estás enfrentando en este día, solo quiero que sepas que hoy Dios se levanta delante de ti como poderoso gigante y te da la victoria.

Hoy hazte la pregunta: “¿Cuál es mi gigante?” eso es lo primero, identifica cuál es ese problema que te está atormentando, que te está angustiando y que no te deja avanzar. Luego, toma tu honda, tus piedras y declara que Dios te dará la victoria, así como se la dio a David y al pueblo de Israel sobre los filisteos. Y por último, corta la cabeza de tu gigante porque Jehová tu Dios lo entregará en tus manos.

Así que ánimo, porque no importa cuán grande sea el problema por el que estás pasando, no importa cuán grande sea tu gigante…

¡En Cristo somos más que vencedores!

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